Las formas retienen, escinden y oponen; el ámbito que las contiene, en su infinitud, une. Los límites son del ego, la ilimitud del Espíritu. El miedo y el deseo, separan y crucifican. El amor y la aceptación, no obstante, comulgan y resucitan. Por eso, ver allende la mirada del cuerpo es ver lo esencial y verdadero, pues ningún horizonte se alcanzará en un cuerpo; con el alma, sin embargo, se traspasan, trascienden y abarcan... La vida no se deteriora, ni mucho menos muere. La muerte, por tanto, es ilusoria, falsa e insolente, como el ego y sus encrucijadas de contornos, tiempos y figuraciones.
KHAAM-EL
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