Toda acción es impelida por una situación, que la mayoría de las veces se escapa de nuestro control, tornándose diferente o incluso contraria a lo buenamente esperado. Ahí, sólo caben: la liberadora aceptación de valiente franqueza y entereza rebosantes de fraterna comprensión, o el esclavizante encono, los aviesos engaños y el febril desespero de convulsa culpabilización. De la decisión tomada en favor de unas u otros dependen el sosiego, la plenitud y el gozo interior, o la falta de estos. Pues, el libre albedrío sí existe; mas, únicamente, se ejerce ante las situaciones sobrevenidas, no para la obtención material de un deseo particular, sino para la consecución del salvífico despertar espiritual o la continuación en la carnal y opresiva somnolencia egoica.
KHAAM-EL
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