Las flores, bajo el rojizo sol del atardecer, alfombraban el parterre como fragantes y danzarinas flamas, prendiendo con sus combinados aromas y tonalidades, césped, árboles y setos.
Asombro... El mundo, encendido ante tal esplendor, se hacía uno en reverente comunión.
Paz... El universo, infinito, abriendo sus luminosos pétalos, olía a azahar, rosas y amapolas, a romeros, lavanda y jazmines.
Plenitud... Mi alma ardía con ellas, perfumada por la gracia de lo santo.
Gloria... DIOS me habló sin palabras, sutil, colorido y poderoso: este mundo pasará, pero la fragancia divina que lo impregna, el alma y el amor que nos aúna en eterna bendición, jamás.
KHAAM-EL
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