Desolada el alma, acabada la calma. Más, elevarse por encima de los pensamientos acerca de las vicisitudes de lo transitorio y mundano reconforta el alma, recobrándose así la perdida calma. Por tanto, ahondemos, meditemos, oremos, desliguémonos de juicios y prejuicios, de expectativas y melancolías: ahora, aquí, con Fuerza y Amor, en lo íntimo, DIOS ES, iluminando dulcemente nuestro corazón, haciéndolo florecer, y alzándonos hasta lo infinito, hasta la celestial plenitud del Espíritu; pues todos somos en ÉL, Uno.
KHAAM-EL
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