El tiempo se enraíza en el fondo de la forma; y la forma, engañosa y cambiante, se enrama frondosa en aconteceres de frutos ponzoñosos o nutritivos, según se escoge y obra con el ego o con el Espíritu. Los frutos del ego, por vistosos o deleitosos que asomen y gusten, al apegarse a la forma, embaucan y se pudren con la forma; mientras que, los del Espíritu, trascendiéndola, despiertan de lo ilusorio y resucitan de cualesquiera forma, retornándonos a lo intemporal y sagrado, aunque sean menos llamativos y apetecibles a la primera impresión.
KHAAM-EL
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