Es con el diálogo directo, honesto, respetuoso, sin previa actitud recelosa y con afán comprensivo, cuando se puede dejar de entronizar el sesgo juzgador, y conocer y confirmar y valorar en profundidad cómo lo que nos une es muchísimo más que lo que aparenta separarnos. Perdonar enquistadas afrentas y olvidar sangrantes rencores. Actuar abiertos a la gracia y la gratitud no maliciando ni acusando a las relaciones por nuestros achares, pesares, dolencias o contratiempos. Ser mano tendida en vez de puño cerrado. Estar presentes en lugar de dándole vueltas a memorias de rencillas pasadas que proyectan futuribles a la medida de esos parciales y dolorosos recuerdos. Vivir plenamente y sin sesgos. Reconectar con la vida del Espíritu, relegando los impulsos egoicos que nos identifican con el cuerpo a un segundo plano. En definitiva, no odiar y Amar de corazón; e ahí la satisfactoria e infalible solución, la Verdad que nos hace libres del sufrimiento y de la muerte.
KHAAM-EL
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