No estar vigilantes a lo sustancial lleva más pronto que tarde a la autocomplacencia, y ésta a vivir tremendos yerros por creerla acierto.
Buscar en la espiritualidad una manera de pasar el tiempo, conocer gente con la que congeniar para después de las reuniones mundanizar, o interesadamente indagar en ella pensando adquirir especiales conocimientos con los que destacar del común, acaba convirtiendo la senda espiritual (camino de trascendencia) en un circo (parada de complacencia), donde los enseñantes, que entretienen ofertando lo que desea oír el que a ellos acude, se convierten en pomposos payasos ensalzando egos que se suponen, con infantiloide arrogancia, pioneros del 'no ego', en una 'no dualidad' personal o una espiritualidad a la carta, en las cuales los pensamientos y emociones egoicas son elevados a categoría Brahmánica, a estatus celestial; un tremendo despropósito, que, pavoneándose ambos (enseñantes y adeptos), desvía a propósito para lucrarse unos y entretenerse otros, engañándose mutuamente mientras distorsionan, menguan y olvidan lo de veras esencial, lo de cierto liberador del egoísta apego al mundo, sus formas y seducciones. Una trágica payasada que nos dispersa y enfrenta en nombre de la unidad y la concordia tal que ovejas sin pastor, o, lo que es peor, ¡como cabras creyéndose ellas mismas pastores, y ser devoradas por lobos enfundados en piel de oveja!
KHAAM-EL
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