Ríos y ríos de palabras se han escrito acerca de la desembocadura en la oceánica vivencia de la plenitud espiritual, de la Divina Unicidad de la vida, de la eternidad del alma en DIOS VIVO, de la Verdad y del Amor que nos hace libres de los yugos del intelecto/carne... pero, todos esos ríos de iluminadora expresión, no pasan de meras aproximaciones a lo que la fusión con lo Infinitamente Santo e Inacabablemente Viviente revela.
No nos quedemos retenidos en meras palabras, pues, muchas veces con ellas, pomposa y tuertamente, tendemos a arrogarles una conceptual importancia que nunca tendrán, elaborando teorías e interpretaciones que nada tienen que ver con lo en principio por ellas sugerido, y que, como diques (cuando pretendían ser empuje), nos retienen donde no es, formando una artificial laguna que puede llegar a confundirse con el mar. Tan sólo, fluyamos humildes, atentos, fraternos; los ríos están unidos al mar en su desembocadura, ahí donde el agua cobra sabor, donde al fin la sal del Espíritu impregna el consumado flujo. Entonces, encarados directamente con lo Divino, de verdad en la Verdad, nos solazaremos en la Indivisa Plenitud (apenas atisbada en el temporal ajetreo del mundano discurrir) que no tiene rostro ni cuerpo definido, porque los aúna todos en Amorosísima y bienaventurada comunión indestructible.
KHAAM-EL
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