Honestidad, divina cualidad. No hay mayor medianía que el elitismo ni expresión menos convincente que la grandilocuencia. La peor de las arrogancias se traviste de modestia y la cólera más furibunda acecha su letal oportunidad tras estudiadas maneras y palabras dulces. Querer más es suponerse en menos y anhelar la plenitud revela una aspiración que al mundo y a la carne le es imposible colmar.
Verse, pues, del mundo es no verse en absoluto. Es un interpretarse, suponerse, contradecirse y tornar a reinterpretarse como un ego en ansiosa proyección: una solución que de cierto nada soluciona, sino que antes bien todo lo entorpece y contraría con ambivalencias que se entrecruzan e incluso solapan. Sólo la paz de un mente inmediata, no divagadora, agradecida, receptiva a lo esencial y desapegada de lo transitorio y banal, no se avergüenza de su vergüenza ni se esconde en su error fingiendo que no lo es, sanando así del mal de los siglos en un ahora santo que le alza por encima de insensatos proyectos y vanos logros especiales que el torpe uso del tiempo enaltecía, descubriéndose y descubriéndonos como partes presentes, puras e indivisibles -las unas con las unas- en la creadora gloria de DIOS VIVO.
KHAAM-EL