El Cielo no se comprende ni se vivencia sólo con el intelecto por agudo y cultivado que éste sea. El Cielo se abre de par en par en el corazón, en el núcleo mismo de Amar, en la entrega silente del desprendido y bien orar alumbrador de una dirección vital en la que no hay cabida a mirar atrás o exigir mundanos futuros al gusto.
Abandonado así el lastre de lo egoicamente aprendido, la mente se silencia y en paz el alma escucha el potente susurro del Mensaje Divino que trasciende todas las palabras e ideas, que emplea todos los conceptos y símbolos sin estar para nada sujeto a ellos y que es la llave que abre todas las puertas que se creían humanamente cerradas; naciendo en el seno de ese alma antes quebrada y ahora alborozada -oh inesperada e insuperable maravilla- una serena e íntima aceptación que en su redescubierto fondo se enraíza y florece.
Poderoso sí es este susurro de lo Alto, este soplo vivificante y posibilitador del liberador término de la arrogante queja y del paralizante victimismo, disponiendo el ánimo humano al servicio del plan de DIOS y no al del idolatrado ego. Y ¡oh milagro! El presente temporal se hace presente intemporal, inesperada antesala a lo perenne, bendito y sagrado... desplegando con natural sencillez el Camino a la Luz que Cristo desde el fondo nos ilumina paso a paso, día a día, situación a situación, oración a oración, solventando las diligencias e inquietudes actuales según nos ayuda a olvidar y desdramatizar las pretéritas y nos despreocupa de las supuestamente venideras, merced a Su gracia dadora de una inquebrantable confianza plena en la siempre fiable y gratuita Providencia de DIOS VIVO.
Paz, Amor y Bendición, amigo/a, somos llamados a 'la Sagrada Familia de la Humanidad' en Espíritu y Verdad, a esa santa unidad de la Justicia Divina que, infinitamente mayor a la compensatoria e incluso vindicativa que los hombres promulgan, es misericordia inagotable... Más -muy importante esto-, la misericordia inagotable se compadece comprensiva y benigna del mal para enmendarlo y devolvernos a la Plenitud de la Vida Eterna, nunca para justificarlo o minimizarlo, ni mucho menos fomentar con tibiezas, desidias y confusos 'buenismos' la destrucción a la que el mal camino -egoísmo- lleva, o -lo que es peor- arredrarse y callar ante hipócritas y malévolos comportamientos egoístas que con falacias y sutiles culpabilizaciones disfrazadas de bondad, ambicionando sacar personal provecho de ello, publicitan el torcido camino como el recto.
KHAAM-EL
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