Aferrarse y almacenar lo que se marchita y descompone, por su endeble e impermanente trabazón es el origen de obstinadas pugnas y ciegas animadversiones, de obsesivos desasosiegos y de la subsecuente frustración a su inevitable pérdida. Por eso, quien vive y anuncia la plenitud del Espíritu denuncia lo engañoso y vano de procurar hallar estable satisfacción en colmar las apetencias de la carne/intelecto, a la vez que jubiloso anuncia y vive en la plenitud del Espíritu proclamando lo veraz y fecundo de compartir la bendita satisfacción de vaciarse de personales expectativas en las relaciones, fluyendo en un 'nos' inabarcable que trasciende el 'yo'; pues, sí o sí, la carne/intelecto pasa y el Espíritu perdura.
KHAAM-EL
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