Cristo nos propone una manera de vivir que el mundo no entiende, que el
mundo rechaza, que el mundo desprecia e incluso odia, porque el mundo
se quiere e idolatra a sí mismo, apartando, desdeñando y olvidando
al Creador de todas las vidas y de todos los mundos, circunscribiendo
la vida temporal/personal como el eje central a satisfacer,
descuidando y aun perjudicando el bien general. O bien somos salvos
en la relación con el prójimo o en ella nos perdemos. Mas, no son
los lazos y fundamentos de la carne los vínculos realmente sagrados
y salvíficos, sino los del Espíritu ("¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos?. Y, extendiendo su mano
hacia sus discípulos, (Jesús) dijo: -Éstos son mi madre y mis
hermanos, pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los
cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre." Mateo 12,
48-50).
Al igual que la
bóveda celeste es apoyo para el despliegue de la vida en el mundo,
con el caluroso fulgor del sol de día y la frescura de las estrellas
y la luna de noche junto al anual ciclo estacional, el Espiritual
Reino de los Cielos y no el caduco logro material es la roca sobre la
que se edifica la plenitud del alma (casa, corazón, tesoro, luz de
los hombres) cuando escoge a la Verdad sobre las mentiras, la Paz de
DIOS VIVO sobre las estratégicas
treguas sociales y al Amor por encima de
los calculadores intereses egoístas; y en la que, leal y confiada
esperanzada
persevera firmemente aposentada en Su solidez. Entonces, los embates de las
adversidades e inquinas hostiles que lo mundano recurrentemente trae milagrosamente no la quiebran ni derrumban; al contrario, las lágrimas son
consoladas, los ataques detenidos antes de que lo más sagrado hieran
y todo obstáculo por Su gracia
sorteado, quedando la Senda Bendita que
conduce de lo mortal a lo eterno, de lo banal a lo esencial, de lo
aparente a lo real, del ego al Hijo de DIOS más y más clara, más y
más brillante, y más y más irrevocable -si cabe- la decisión de
culminarla atravesando desiertos, escalando escarpaduras, enfrentando
huracanes, soportando torrenciales aguaceros y, alentando a todo
prójimo que quiera salir del faraónico imperio de lo
mundano anhelando de corazón ir en dirección a la Tierra
Prometida (el Reino de los Cielos), a compartir con él el pan y el
vino junto a la Palabra de DIOS VIVO; pues, como nos recordó el
Maestro de maestros, Jesús de Nazaret, "no
sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca
de DIOS" (Mateo 4, 4).
KHAAM-EL
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