sábado, 23 de abril de 2016

ESCUCHA A DIOS DECIRTE...

   Trabaja con ahínco por el bien de todos, pero no te olvides de Cantarle a Dios con devoción y gratitud; después, escúchale responderte con la dulzura de Su perfecto Amor. Atiende con sumo detenimiento Su bello canto, consolándote, guiándote, bendiciéndote, salvándote. Pon todo tu interés, Te susurra una cálida, pura e íntima melodía. Diciéndole a tu alma que, tras el frío invierno de los padecimientos inclementes de tu sueño de la carne, llega siempre el tan anhelado deshielo propiciado por la fe, y que de sus nieves resurge renovada la vida; apareciendo brillante, poderoso, benéfico e inclusivo el sol del Amor, que restituye sonrisas y consuma esperanzas olvidadas. Está bien. Estará bien. No hay oscuridad que no sea finalmente iluminada ni sufrimiento que no sea consolado hasta disiparlo por entero. La luz, alma mía -Te dice-, alumbrará de nuevo tu ajado ánimo infundiéndote nuevos bríos; no te sientas desamparado, Hijo Mío, Mi Amor por ti nunca te abandona. 

   Trabaja con entusiasmo por el bien de todos, pero cántale a Dios con devoción y escúchale decirte... -contigo estoy hasta el fin de los tiempos. jamás me separo de ti, pues moro en tu interior; Soy la vida en tu vida, el descanso en tu fatiga, la alegría en tu desdicha, la claridad entre tus dudas, el valor que sustituye con rotundidad a tu tibio temor, la calma incluso zarandeado por pavorosas tormentas, la bienaventurada promesa cumplida que cancela tus juramentos irreverentes, la paz en tus guerras, la salud de tus enfermedades, el milagro inesperado en tu limitada y tediosa rutina, el bien en medio de la malicia, la victoria que zanja todas tus derrotas, la salida de tu laberíntico razonar por la espontánea sencillez de lo evidente, el ser que llena tu nada, la libertad de tu esclavitud, la eternidad que te absuelve del oneroso tributo que exige siempre el tiempo, lo sagrado incluso en lo profano, el regalo que permanece al darse, lo infinito que hace innecesarias las formas del mundo corrigiendo todos sus errores de percepción, la santidad que te devuelve la inocencia, la humildad en la arrogancia, el fuego que no se apaga para reconfortarte del helor de la depresión y la angustia, el fin de todas tus prisas para hallar el inevitable encuentro que -de inmediato- acaba con tu extravío, el sol en tus noches, la unión indivisa de tu imaginaria y dolorosa separación, la cordura en tu locura, la bendición incesante que te devuelve al Cielo perdonando tu empecinado desCielo, la resurrección en tu muerte, la plenitud que te salva, sin duda, ahora, si la pides. Simplemente, Te Amo eternamente.

   Escucha a Dios recordarte... el que pide recibe, el que busca encuentra, al que llama se le abre. No te demores, y contéstale sin tardanza. Pídele la Verdad, búscalo sólo a Él, y llama con todas tus fuerzas a las puertas del Cielo. Sin duda, volverás al Amor, a la Dicha y a la Paz de espíritu que iluminará y deshelará para siempre ese invierno de años.

KHAAM-EL




Mira como vuelve el sol y hace que todo esté bien.
Dios vuelve a ti si se lo pides.
Cántale que le cante de nuevo a tu alma por siempre.
Sé feliz... Haz feliz... Vive sin miedo.
   

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