sábado, 16 de abril de 2016

LA RECTITUD DE LA MAESTRÍA - AUDIO

   A continuación de estas líneas adjunto el audio de una charla en la que profundizo en lo práctico y útil de mantenerse firmes en la rectitud del entrenamiento mental, la meditación o la oración, con sinceridad de propósito. Querer ser corregido por la Verdad de todos los errores de pensamiento es el único y genuino acto humilde. No valorar el propio ego como indispensable para la Iluminación (Salvación, Despertar) es indispensable (valga la redundancia) para volver al Amor y la Vida eterna. Ver a tu prójimo impecable más allá de sus ilusiones disipa las tuyas. Él es tu salvador, porque te facilita elegir de nuevo liberándolo de tus apegos, angustias y recelos. 
   La mente recta no sucumbe al miedo, sencillamente, ni lo ataca ni deja que le aplaste o le desvíe de realizar lo que debe. La rectitud devuelve bien por mal y no entra ni en luchas abiertas ni tampoco soterradas. Escucha y contempla todo con mente abierta y actúa por el bien mayor, jamás por mezquinos exclusivismos o distinciones especiales. Comprende, desde su anhelo de total corrección, que se ha de liberar a las relaciones nacidas del miedo de su 'desde donde' particular, para que cambiando su propósito del interés personal al universal encuentren la salvación del sufrimiento y del apego a un yo ilusorio y transitorio. El Amor no sabe de ataduras, pérdidas o resentimientos, ni de temores e infamias; sabe de la libertad y la plenitud de compartir en la unicidad del espíritu la dicha de ser. La rectitud de la maestría reconoce las incomodidades tapadas o disimuladas y las atraviesa todas para que sólo quede la paz de espíritu de lo permanente y esencial.
   La maestría es recta, clara y rotunda, pues disciplina a ser un constante discípulo de la Verdad, para llegar a experimentarla vivamente y poder compartirla sin titubeos ni medias tintas. Sólo despierta de lo ilusorio una atención constante a lo nucleico, a lo que nos une más allá de circunstancias variables. No hay otro camino que el de la bendición incesante; tanto en los encuentros como en las despedidas, libera a tu prójimo de tu miedo no siguiendo el suyo. Confía. Todas las formas e imágenes en el tiempo desaparecen, dales el regalo de lo sustancial e infinito, y, éste, será también para ti. 
   Vive en esa maestría de permitir ser corregido por la paz de espíritu que en lo más íntimo de ti mora, y retorna a la libertad de Amar; que no es retener o conseguir. Deja que el fuego de la Verdad queme cualquier tendencia a relacionarse de forma especial y limitada. Comparte tu caminar hasta el final con todo aquel que quiera caminarlo libremente. Paciencia, Lo inevitable sólo puede posponerse, nunca impedirse. No te demores y aplica la rectitud de no desviarte. Mantente firme en el propósito de la unión indisoluble y plena con Dios.

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