A continuación de esta introducción, adjunto el audio de una charla en la que ahondo en la necesaria entrega a la salvación sin titubeos ni contemporizaciones, porque la indecisión en el camino nunca lleva hasta el final del mismo. Medita. Reflexiona. Una vez has iniciado tu búsqueda de la verdad, de lo eterno, de Dios ¿Verdaderamente crees en la salvación? Ya que: verdaderamente significa en verdad, y, en verdad, es sin opuesto, sin contradicción, con una total honestidad y un completo confiar en esa salvación que ya nos garantiza el propósito firme si no reculamos. Por tanto, si de verdad crees en la Salvación y la quieres de todo corazón, no tendrás miedo de mirar al miedo de frente y sin tapujos; antes bien, estarás feliz de poder mirarlo para poder librarte para siempre de él. Ya que el que vive sin temor, ciertamente, se ha salvado de todas sus ilusiones.
Comprende que desear es temer. No te disperses con lo fraccionado y transitorio, o te condenarás a un suplicio recurrente. Ahonda en lo esencial y puro. Profundiza en el instante presente. Lo real, eterno, pleno y sustancialmente indistinto, salva de lo temporal y paradójico. Cuando dejes de darle a tu vida el significado parcial respecto a lo percibido que señalaba impúdicamente el miedo, asumiendo la responsabilidad por entero de lo en ella acontecido, unirás tu voluntad (personal/particular) a la Voluntad de Dios (impersonal/plena) y encontrarás, de inmediato, la salvación a todo el sufrimiento que ocasionaba tu supuesta mortalidad. Pues, lo indiviso e inefable (Dios) te hace uno en Él.
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