A continuación de este breve preámbulo, adjunto el audio de una charla en la que remarco lo sustancial y básico que es no dejarse llevar por la inercia de responder a las afrentas con otra afrenta. Reconocido un error, sólo vale la clemencia de no entrar en lo personal, y responder, ante cualquier situación, por injusta que aparezca, con la altura de miras de ese genuino perdón, que nos unifica más allá de aparentes discordias y disputas egoicas, para que uno halle la perfecta paz de espíritu y pueda ofrecérsela a su prójimo siempre.
Nada es personal para el Amor. En Él todos están incluidos. Cuando un semejante agrede o injuria no sabe lo que hace y se hace. No lleves cuentas del mal y acrecentarás el bien. Sé magnánimo; no acuses ni odies y serás, tú mismo, liberado de la tenebrosa prisión de los prejuicios. Abandona el miedo y la desconfianza. Se ha de liberar al corazón de la egoísta tendencia al reproche y el resentimiento para que, incluso entre ataques, incomodidades o desprecios, no se los tenga en cuenta.
Siendo clemente con la inclemencia se apertura en el alma una rendija de bendición que es la antesala del verdadero perdón, ese que nos conduce a la plenitud del espíritu en Dios, mediante la conciencia clara y bondadosa que revela, sin ambages ni dilaciones, que en tiempo/espacio -en este mundo de cuerpos pasajeros, donde la ignorancia pasa muchas veces por saber, el miedo por prudencia y la insensatez por cordura-. no está sucediendo en absoluto nada que afecte realmente al Hijo de Dios, a la infinitud esencial del Ser, a esa pureza intemporal que nos hace uno en la Verdad indivisa del Amor de Dios.
Siendo clemente con la inclemencia se apertura en el alma una rendija de bendición que es la antesala del verdadero perdón, ese que nos conduce a la plenitud del espíritu en Dios, mediante la conciencia clara y bondadosa que revela, sin ambages ni dilaciones, que en tiempo/espacio -en este mundo de cuerpos pasajeros, donde la ignorancia pasa muchas veces por saber, el miedo por prudencia y la insensatez por cordura-. no está sucediendo en absoluto nada que afecte realmente al Hijo de Dios, a la infinitud esencial del Ser, a esa pureza intemporal que nos hace uno en la Verdad indivisa del Amor de Dios.
Persevera, pues, con paciencia y confianza, en la misericordiosa clemencia del corazón, y retorna a tu ser mediante el perdón de todas las ilusiones que proyectabas sobre este mundo pasajero... la realidad es una... Y es, sin la menor duda, inefable.
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