martes, 3 de noviembre de 2015

NADA SE HALLA SEPARADO DEL OBSERVADOR +

   Nada se encuentra separado del observador salvo por la imaginaria perspectiva de lo personal. El observador influye en lo observado porque no es alguien separado de ello. Pero si, como suele ser habitual en la observancia particular, se sostiene una referencia yoística respecto a todo: dará la sensación de que es lo observado lo que condiciona e influye sobre el yo observador (un absurdo tomado por cierto), generando una paradoja de imposible solución; ya que se estará contemplando al mundo como algo ajeno a uno mismo y que por tanto se teme, pero en el que es inevitable estar para vivir (como un yo por supuesto), y, de ahí, se fabrica el archiconocido ego, un alguien indefinido definiéndose a sí mismo, algo que en sí mismo es nada pareciendo ser algo consistente, un espejismo, un insensato tramar planes para intentar estabilizarse sobre percepciones inestables, un defenderse sin saber bien que es lo que defiende, una asustadiza identidad (tomada a la ligera por veraz) que elabora estrategias para sobrevivir a lo hostil -¡¿Que ella misma hostiliza!?-, un auténtico sinsentido queriendo tener sentido, un despropósito jactándose de sus pasajeros objetivos... lo necio aparentando saber. En consecuencia, se creerá ver situaciones que hay que resolver de forma específica para mejorar semejante condición limitada y al influir en ellas desde la perspectiva personalista, aun con toda la buena intención, queda uno atrapado irremediablemente por/en ellas (prolongando sine die la sensación limitadora que se quería subsanar); porque uno, al creer que lo exterior es ajeno, no se percata de que aquello que percibe son sus propios pensamientos de separación. Al pasarse, las más de las veces, esto por alto, el observador (en su fracción de sí) se dirige -imagina con candidez- hacia un futuro diferente, cuando lo que está viendo representado en todos los acontecimientos, con cansina insistencia cualesquiera estos sean, son siempre sus propios pensamientos... un agazapado sólo veo el pasado -como señala 'Un Curso de Milagros'- repetido una y otra vez, como si alguna vez pudiera llegar a ser distinto sin variar la concepción misma que el observador tiene de sí mismo. Y un imposible es un imposible. Una apariencia jamás es realidad.

   Por todo lo antedicho, no te des por supuesto e indaga en el indagador. Observa al observador en su observación y no busques fuera de ti mismo. Dejar de buscar fuera es encontrar lo que ya está ahí. Ve a la fuente de la que manan los pensamientos y no te extravíes intentando arreglar consecuencias, porque lo esencial siempre tiene más peso que lo circunstancial. Descubre a eso que cree descubrir. Libera a eso que en su ansia de libertad sólo reitera su cárcel. Suelta tus juicios acerca del mundo y te habrás perdonado al perdonarlo. El mundo no existe, es una proyección de la idea que tienes de eso que tú crees ser. No busques más afuera. Ahonda. No te dirijas, desde la ignorancia de lo real, tras transitorios logros. Despierta de tus ensoñaciones. El futuro que se quiere alcanzar desde un presente condicionado por un pasado personal es, en verdad, una iterativa replica de la idea de sí; parecido a los fractales que son infinitesimales diferencias de lo mismo, configurándose en repetitivas estructuras que tienen la característica de que su aspecto y distribución no cambian sustancialmente cualquiera sea la escala con la que se observen. No caigas en la inercia a reiterarte en una sucesión de pasados proyectados. No te especialices en mantenerte diferente. Una situación, fuere la que fuere, para un observador cualquiera, da igual la escala que use para calificarla, es una conjunción de perspectivas interaccionando entre sí mediante una relación especial que procura sacar provecho para cada particular perspectiva, inclusive en detrimento de otras perspectivas particulares que la contemplan (la situación) de forma totalmente distinta; trayendo, inevitablemente, conflicto y disensión, nunca dicha y sosiego

   El ego parece muy real si atiendes a su insidioso e incesante parloteo, si te encandilas con su distorsionado mirarse separado pero -a su vez- proyectado en todo aquello que mira y remira para percibirse especial y distanciado, o si te sumerges en sus sueños vanos que se tuercen en dolorosas pesadillas que revientan como pompas de jabón. El ego seduce y promete arteramente, una y otra vez, aquello que no puede cumplir, porque el cumplimiento de la dicha y la paz sólo acaece con su total desaparición. Mira como mira y mirarás más allá de su escindido mirar. De repente comprenderás y sabrás, sin duda alguna, que fabricar distancias y perspectivas exclusivas es su plan; por eso el nombre del ego es 'muchos y diferentes'. Aquiétate. Revierte la dirección de tu pensar y no te distraigas con lo mucho o lo escaso. No escuches a la voz que divide y desconfía. No te dejes seducir por el relumbre de lo personal. Siendo nadie en especial se retorna a la experiencia viva de lo universal, de lo todo inclusivo, de lo indiferenciado y gozoso, de lo genuino e infinito... a la bienaventurada Luz que no concibe oscuridades. Nada se halla separado del observador... despertar del sueño de las diferencias nunca ha sido una cuestión de cantidad sino de consciencia plena, de comunión, de paz mental y de amor indiviso. Ama a Dios, al Eterno, al Santo de los santos, sobre todas las cosas y todos sus tiempos, y recordarás el significado del Amor... amarás al prójimo como a ti mismo. Todo volverá a ser como antes del principio: 'No dos'.

KHAAM-EL



Sé indiviso a la música que suena desde lo más íntimo de ser... 
no te separes del flujo 
y serás el flujo mismo sonando.





No hay comentarios:

Publicar un comentario