viernes, 6 de noviembre de 2015

RENDIR LO HUMANO A LO DIVINO, SANTIFICA *

   Es distinto, completamente distinto, vivir que pensar en vivir. La inmediatez de lo que es no se experimenta cavilando sino en la apertura espontánea a la dicha no comparativa, a la íntima alegría que se desborda desde las entrañas del alma hasta el infinito. El arco iris siempre nos sonríe tras la tempestad, recordándonos que no hay tormenta que no acabe disipándose. Confía. No involucrarse con los propios pensamientos zambulléndose hasta lo más hondo y sagrado libera del infierno, purificando de toda egolatría y victimismo, de toda astucia e insidia, de todo dolor y vergüenza, de toda codicia e ira, de toda lujuria y pedantería, de todo desconcierto y artificio, de toda envidia y envilecimiento, de cualquier apropiación, allanando así -por la Gracia- el camino al Cielo. Porque rendir todo lo humano a lo Divino, santifica. 

   Las apariencias engañan y lo que parece dulce en el mundo finalmente amarga y lo que parece amargo se transforma en dulce. Rendirse al Amor de Dios es victoria que nos libera de los grilletes de los deseos personales, mientras que ganar con el ego deleites y baratijas sólo conlleva el inevitable sufrimiento de perder todo aquello supuestamente conseguido. No es lo mismo, en absoluto, aparentar que ser ni disimular tiene nada que ver con la veracidad. Lo auténtico es para siempre en su intrínseca y legítima certidumbre, mientras que los pareceres se descomponen y reconfiguran de mil maneras en su fraudulento fingimiento, queriendo mostrar alegría cuando no hay más que llanto, o representar tranquilidad cuando en la mente sólo hay turbada agitación furibunda. No te engañes con futuras victorias imposibles y rinde tus deseos. Comprende que jamás podrá sacarse provecho del ansia egoica pues lo personal nunca tiene suficiente. Detener lo juicios de la mente es avanzar en la dicha, en la paz y en el Amor. Si no se persigue algo o alguien especial, lo universal resplandece en la consciencia. 

   Ofrécete de corazón a lo santo y de corazón serás recibido. No escatimes lo esencial y olvídate de lo banal. La alegría de lo santo con su bendición perenne, consecuencia inevitable de su total entrega al Amor, enjuga todas las lágrimas desde la raíz. No temáis y confiad, pues si elegís el temor y la desconfianza estaréis llamando a la desgracia en vuestras vidas. Dándose uno por completo encuentra la verdadera Vida que no para nunca de darse en plenitud. No involucrándose con lo pasajero uno se consagra al Eterno y, en Él, halla salvación. Resolviendo vivir con fe viva la bienaventuranza desbroza la senda que conduce hasta Dios Mismo. Permaneciendo constante en la paz mental, aun en medio de tribulaciones y tormentos, las puertas del Cielo sabes abiertas de par en par.

KHAAM-EL



Rinde toda pretensión particular 
y disfruta de la gloria de ser uno con el instante presente, 
con su flujo, con su ritmo, con su frescura y alegría.






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