domingo, 29 de noviembre de 2015

EL MIEDO CON SU JUICIO SE CONDENA +

   Separar lo contemplado del contemplador y significar una distancia perceptiva que los distingue en categorías de diferente rango o nivel, enreda el pensamiento en un sinnúmero de teorías que pretenden validarse unas contra otras y, en consecuencia, en lugar de facilitar el conocimiento lo ocultan. Y, de inmediato, el miedo y el recelo asoman a la mente que así piensa; pues, lo oculto y desconocido engendra temor. Sopesar implica ignorar aunque someramente aparezca como un querer llegar a conocer. No balanceéis entre extremos y mirad allende los conceptos que parecen sostenerlos, porque encadenar encadena y juzgar aprisiona. Ahondar en lo sustancial y no distraerse con pasajeras desavenencias, o supuestas concordancias de inestable lazo, apertura la conciencia a ser mirada limpia e inmediata, completa, meditativa y serena, mostrando, con meridiana claridad, que cualquier comparación es una evanescente ilusión que disgrega y coarta la contemplación libre de lo que hay y es, nebulando la sustancia y la pureza de lo contemplado con la desconfiada memoria de un supuesto contemplador erigido en temeroso y, también, por ésto, temible juez que presupone amenazada su tranquilidad por cualquier motivo de personal contraposición. Juzgar desde el miedo condena al propio juez a la pena por él mismo dictada, porque la creencia en la propia y amenazada pequeñez proyecta el ansia de grandiosidad que procura, con voraz insistencia, imponerse a lo considerado externo; lo que acaba por mantener sine die la insana y dolorosa sensación de vivir en constante estado de alerta, constreñidos en cuerpos de frágil y perecedera composición, enfrascados en mil batallas que guerrear por un puñado de seguridades de incierta duración -a consecuencia de la inevitable transitoriedad de los éxitos mundanos-. Cuantas más normas, más complejidad, y, cuanto más complejo es algo, mayores son las posibilidades de que funcione mal. Simplificar y retornar a la sencillez, a la generosidad y a la humildad, he ahí la clave para ser feliz y vivir en paz. No se encuentra de ningún modo seguridad yendo tras ella desde la inseguridad y, sin duda, una defensa presupone un ataque. Desterrad la violencia -surgida de escuchar al ignorante miedo- de vuestras vidas. No dudéis en volver a reír, abandonad el miedo y sus juicios condenatorios, no os peléeis con las lágrimas para desterrar la lágrimas. 

   Perdonad el error que sentencia y sembrad, de nuevo, la semilla de la paz en vuestros corazones; sin sopesar si el mundo os los parte, o no. No os enredéis buscando palabras que decir y dejad que sea el corazón lleno de Amor quien las ponga. Borrad el dolor de un pasado proyectado hacia un futuro y vivid presentes. No os castiguéis más, castigando. Aguzad bien vuestros oídos... Abrid bien vuestros ojos... Escuchad la inefable condición de la calma que en lo más íntimo de ser habita diciéndoos con sabia voz que lo incomparable deshace toda amargura y pavor, todo conflicto e incertidumbre, trayendo la dicha de amar a corazón descubierto... contemplad con la mirada del alma relucir el mundo en un fulgor omnipresente que derrite las frías rejas de vuestra prisión perceptiva, mostrándoos una ilimitada amplitud de bienaventurada alegría de ser uno en/con lo infinito. Abrid bien vuestras manos para recibir los dones que Dios quiere que deis sin escatimar ninguno, y compartid la caricia de lo santo con todo rostro fatigado y desconsolado que, con sincero corazón, reposo y consuelo busque. Atravesad todos los horizontes comparativos, todos los horizontes divisores, todos los horizontes proyectados, atravesadlos todos, sí, todos... no escindiéndoos en la sensoria cárcel de consideraros y juzgaros como una parte. Atravesad todos los juicios... todos... hasta que no quede ninguno en vuestra mente y seáis libres de la autocondena que os infligistéis en un sueño delirante de tiempo/espacio, cuando lo esencial -la vida, el espíritu- es eternidad y plenitud, Amor y santidad.

KHAAM-EL



Abandona el balanceo del juicio y deshazte de su pesado yugo. 
No lo dudes más y sé feliz... 
libera al mundo del miedo... 
liberándote, tú mismo, de sus siniestras garras.




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