A continuación de esta introducción adjunto el audio de una charla en la que profundizo en lo importante del darse cuenta, para el despertar de la consciencia, de que la esencia de los objetos de percepción es puro vacío.
Seguir la rutina de los pensamientos llamados propios no es sabiduría, porque la inercia provoca olvidos para buscar recuerdos específicos y, así, buscando recuerdos se ignora el presente; y quien ignora el presente acumula distracciones e interpreta, pomposamente y a la ligera, lo que percibe, dotándolo con significado parcial y, por consiguiente, totalmente equivocado. Así, dándole validez a lo insustancial, lo sustancial es pasado por alto, perdiéndose uno en un laberinto de variopintas teorías, finalmente todas huecas en su transitoriedad y limitada visión, que aumenta la frustración y el desaliento, porque dar palos de ciego buscando lo que se ignora sólo conlleva mayor ignorancia.
Por todo lo antedicho, reconocer que la perspectiva personal es obstáculo para vivenciar la Verdad, por su limitada condición, es un paso interior gigantesco que nos encamina a transitar la senda del autoconocimiento, atestiguando que todo lo que se cree y opina acerca de uno mismo, del mundo y sus cosas, en su relatividad particular, es sustancialmente vacuo. Ya que, todo lo que se manifiesta con contrarios no puede ser ciertamente verdad; por eso, contemplar y no involucrarse con la vacuidad de todo lo percibido apertura la mente y el corazón a la auténtica, inmediata, íntima, sincera e incondicionada religiosidad -sin dogmas ni ritos monolíticos-, que religa, en un abrazo místico de dulcísima llenura, todos los aparentes contrarios en la unicidad esencial de lo que SIEMPRE ES... en la indiferenciada, indisoluble e inseparable perfección de la plenitud... ¡eso es SER! ¡Eso es conceptualmente inexpresable y verdadero! El resto no es más que vacuidad e insignificancia supina.
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