domingo, 16 de julio de 2017

NACER DE NUEVO +


   Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste a Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas si Dios no está con él.» Jesús le respondió:
   «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo:
   El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»
Juan 3, 1-8


Ansiaba cabalgar a lomos de la libertad
en un amigable mundo que danzara a mis pies
con juvenil expectativa ininterrumpida...
Ansiaba satisfacer hermosos sueños vanos,
de lúdica, evasiva e irreverente alegría...
Quería que me amaran para toda la vida.

¡Ansiaba querer sin ningún conato de duda!

Y entre brumas la memoria me retrotrajo
a aquellos lejanos y albos días de la infancia
donde se plantaban las semillas del mañana,
blanda e ingenuamente regadas
con las amargas lágrimas del incomprendido
y donde las severas voces de lo conveniente
abonaban con sus censuras la tierra fértil
del frágil jardín de la inocencia.

¡Ansiaba vivir sin ningún atisbo de duda!

Múltiples directrices, revestidas de necesidad,
junto a a sueños ajenos pasando por propios
moldearon con mis propias decisiones el devenir
hasta convertirlo en una difusa y grotesca sombra
irreconocible para un asolado corazón.
¡Sin un atisbo de luz me negué hasta las lágrimas
en un estúpido alarde de ciega e insensata rebeldía.

¡Ansiaba gemir y gritar consumido por las dudas!

La danza bruscamente se detuvo
al enfriar los pies su inicial entusiasmo.
El horizonte se diluyó entre hirientes nubarrones
que estallaban frente a un ánimo desconsolado.
Prisionero de mis temores y angustias
mis manos asían humo, mi visión se perdía entre la niebla,
mis oídos se escuchaban sólo a sí mismos
mientras mi garganta, muda de lo esencial y veraz,
gritaba sobre las superficies de un mundo efímero.

¡Ya no sentía la sutil fragancia
del olvidado jardín de la inocencia!

Derrotado en mis sueños y deseos
me hallé tendido junto a los escombros
de mi propio abatimiento
sumido en convulsa náusea llena de victimismo.
Yacía malherido por la nada,
siendo to para mí oscuridad... ¡densa oscuridad!
Sin sentir ya ni mi aliento ni mi latido...

... Súbitamente...
desde lo más hondo de un corazón ausente;
siendo nada, todo.
Sí, milagrosamente manó impetuosa la gracia
y una dulcísima quietud rebosante de Vida,
rebosante de Amor, de Esencia y de Sentido
consoló mi alma cansada con su Paz Infinita,
mostrándome con sublime y bienaventurada evidencia
que lo transitorio no es jamás lo que parece...

¡Ansiaba firmemente dejar de ansiar!

Tras la transitoriedad de todo lo percibido,
pensado, imaginado y sentido,
tras la inflexible alternancia del dolor y del goce,
tras la impermanencia de todos los cuerpos
y su inestable estructura de pensamiento,
subyace otorgándonos sustancia y eternidad
el Espíritu Infinito, santificador de toda experiencia
que nos unifica en un inmenso abrazo pleno de Amor.

Nuestra naturaleza es lo Divino.
Nuestra naturaleza es lo Eterno.
Nuestra naturaleza es Luz y Verdad.

¡Y el ansia devino, al fin, en gratitud!

KHAAM-EL



En el silencio del ego escuchas la música del alma
que te hace renacer a la verdadera Vida,
la eterna, pura, bienaventurada y llena de Amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario