Bajo estas líneas adjunto el audio de una charla en la que comparto la dirección que nos devuelve al Amor, ese ahondar interior que nos unifica con la Vida Toda que ya palpita inefable en nuestro interior, y en la que todos somos uno eternamente, trascendiendo las vanas apariencias de lo egoico.
Si uno se identifica con el ego sólo vive para distraerse de sus agobios y temores, por lo que cuando se está buscando distracción a toda costa, sencillamente, es que se encuentra uno en un persistente y doloroso aburrimiento; buscando lo diferente y distractivo, de mil y una maneras a cual más absurda, porque teme y recela de lo santo e indiviso. Y el Amor es, sin duda, santo, pleno e indiviso. Luego, la única manera de retornar al Amor es seguir la ruta que atraviesa el miedo y dejarlo atrás para siempre; ya que el miedo separa, juzga y desconfía.
El perdón de todo lo egoico, realizado con consciencia, libre y voluntariamente, es una vuelta a la armonía esencial del espíritu, al flujo natural que se relaciona con la vida de igual a igual, de hermano a hermano, de ser a ser, sin necesidad de acumular seguridades personales que nos alejaban de aquello que realmente anhelamos todos: paz, dicha y plenitud. Dones éstos que ya se encuentran en nuestro interior y que nos unifican allende las apariencias que forja el malévolo maquinar del ego... el Amor es eterno, el ego no; el Amor es bendición, el ego maldición y temor. Al Amor se llega trascendiendo el apego a los deseos y, una vez establecidos en su bienaventuranza, nos reconocemos puros en comunión con la Divina Unicidad.
Si uno se identifica con el ego sólo vive para distraerse de sus agobios y temores, por lo que cuando se está buscando distracción a toda costa, sencillamente, es que se encuentra uno en un persistente y doloroso aburrimiento; buscando lo diferente y distractivo, de mil y una maneras a cual más absurda, porque teme y recela de lo santo e indiviso. Y el Amor es, sin duda, santo, pleno e indiviso. Luego, la única manera de retornar al Amor es seguir la ruta que atraviesa el miedo y dejarlo atrás para siempre; ya que el miedo separa, juzga y desconfía.
El perdón de todo lo egoico, realizado con consciencia, libre y voluntariamente, es una vuelta a la armonía esencial del espíritu, al flujo natural que se relaciona con la vida de igual a igual, de hermano a hermano, de ser a ser, sin necesidad de acumular seguridades personales que nos alejaban de aquello que realmente anhelamos todos: paz, dicha y plenitud. Dones éstos que ya se encuentran en nuestro interior y que nos unifican allende las apariencias que forja el malévolo maquinar del ego... el Amor es eterno, el ego no; el Amor es bendición, el ego maldición y temor. Al Amor se llega trascendiendo el apego a los deseos y, una vez establecidos en su bienaventuranza, nos reconocemos puros en comunión con la Divina Unicidad.
KHAAM-EL
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