miércoles, 17 de junio de 2020

ARRIBA LOS CORAZONES

   Hay jornadas en las que todo se desmorona a nuestro alrededor; en las que nada sale como se esperaba; en las que la salud propia o la de los familiares y amigos se deteriora; en las que el trabajo se torna tedioso o se pierde; en las que se nos estropea el auto o no tenemos suficiente para comprar otro porque nuestra cuenta corriente se encuentra en números rojos; en las que la soledad parece desolar nuestro ánimo incluso rodeados de gente; en las que el cansancio y la tristeza nos tientan al pronto enojo o a rehuir el trato con el prójimo; en las que la fe viva parece secarse y resquebrajarse por la egoísta y maliciosa actitud agazapada tras los sucesos mundanos; en las que la normalidad es una total anormalidad que afrenta al mínimo sentido común haciendo pasar a la demencia por cordura, al odio por bondad, al miedo por amor o a la codicia por bien social; en las que con pasmo vemos como lobos con piel de cordero desorientan y manipulan al humilde con mil triquiñuelas para sacar despiadada ventaja sobre él; en las que nos sentimos la diana de todos los dardos; en las que el hambre o la pobreza extrema se nos muestran o arremeten con crudeza; en las que falaces teorías de moda, plagadas de obvios errores y contradicciones, se nos quieren imponer con una totalitaria intención disfrazada de democrática; en las que las peores pesadillas parecen haberse hecho realidad; en las que las copas en la barra de un bar no pueden contener por más tiempo las más amargas lágrimas; en las que catástrofes naturales (terremotos, riadas...) y no naturales (atentados, guerras, crisis económicas...) conmocionan los cimientos de la humanidad; en las que la muerte se avalanza a dentelladas sobre cuerpos exhaustos; en las que Dios parce algo lejano y esquivo... Más, justo en estas jornadas, en las que la inercia e indolencia egoica son sacudidas con fuerza, es cuando la oportunidad para dejar de identificarse con el cuerpo y con los vanos asuntos del ego con mayor claridad se presenta detrás de los resquicios que la oscuridad de los desastres contiene, permitiendo que la luz que tras ellos refulge nos muestre un nuevo mundo. Un mundo que nada tiene que ver con el temporal/formal percibido, que nada tiene que ver con el ego y sus relaciones especiales, que nada tiene que ver con la limitada y separativa manera de ver sensorial, que es informe, intemporal, espiritual, santo, pleno, lleno de felicidad y amor sin opuesto, que es bendito, sustancialmente benigno y pleno de paz; en el que la vida es sin fin y en comunión. Por eso, amig@, en los momentos más duros, tristes o desesperados que podamos encontrar, miremos más allá de lo meramente superficial; hacia lo esencial, hacia la luz que nos invita e incita a levantar nuestros corazones, a ayudar más que demandar ayuda, a bendecir aunque todo parezca maldito, a extender felicidad más que pretender que nos alegren y satisfagan, a amar a pesar de que a nuestro alrededor el desamor -o incluso el odio- campen a sus anchas, a no escuchar al miedo y vivir en paz... a sentir -en este transitorio mundo que se comporta como un sindios- a DIOS en lo profundo y recóndito, en el corazón, en la hondura del alma pura. Sí, cuando todo parezca venirse abajo en esas jornadas que a veces hay, recordemos que es la oportunidad para el milagro, para elevar la mirada a lo sagrado e inefable, para alzar los corazones cual uno solo, para el nacimiento del Humano Nuevo, del Hijo de DIOS.

KHAAM-EL



Cuando las heridas de la vida se abren y descarnan
por algún acontecimiento desolador
-aunque en un principio parece lo contrario-
es una inmejorable oportunidad para recibir la verdadera cura,
para alzar los corazones hasta el Cielo
abriendo el alma al prójimo y mirarlo sin miedo;
buscando más amar que ser amado,
agradecer más que lamentarse,
acompañar cuando alguien lo requiera 
antes que angustiarse por hallar compañía.
Actitud esta que facilita el reconocimiento 
de todos los egoicos errores 
y así puedan ser corregidos
para soltar, definitivamente, el dolor 
que con ferocidad se nos agarraba en la garganta
enmudeciendo nuestro alma
y mirar, allende la oscuridad del mundo, 
a la luz eterna que brilla en cada corazón roto.
No temas...
Permite que se te parta el corazón, 
tú sigue enamorad@,
y vivirás el milagro del Encuentro Interior con la Infinitud del Ser,
de la Indivisa Comunión con DIOS...
el sobrecogedor y liberador YO SOY EL QUE SOY.



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