Descuidarse de sabernos plenamente cuidados por el Amor de Dios es poner el cuidado en lo que no puede cuidarnos, al igual que buscar unión en lo divisor significa no encontrarla jamás. Despertar en sueños es no despertar de veras; porque un personaje de un sueño no es el soñador de ese mismo personaje que confunde consigo. Un sueño por mucho que parezca contener está hueco, sin consistencia ni auténtica valía. Vaciarse, pues, de vanidades es llenarse de lo indiviso, de lo consistente, de lo auténticamente valioso. Afirmar el personaje es rechazar lo sustancial; por eso negar a Dios es idolatrar al personaje fabricando mundos de dolorosa y absurda configuración transitoria. Ahonda y constata: temer al Amor es querer lo que no nos quiere y, consecuentemente, tampoco queremos. Simplifica. Lo más modesto suele estar preñado de significado, y, sin embargo, aquello que parece más llamativo suele carecer de verdadero fundamento. Los aplausos y la aparatosa ostentación terminan siendo igual de dolorosos que los abucheos y los olvidos. Buscar la gloria en el mundo trae siempre aflicción. No te vayas tras ostentosas baratijas que, en definitiva, no valen realmente nada. Goza del momento que vives por el simple hecho de ser, de vivenciar, de amar... Sé agradecido en el presente con la vida, aunque parezca que sólo te ha acarreado pesares, y experimentarás el milagro del perdón que te abrirá los ojos del alma... viendo un futuro lleno de luz que se hace presente siempre ahora y en el que nada podrá, realmente, dañarte... reconociendo un esplendente porvenir que se evidencia consumado por la inmediatez esencial de su bendición, aún a pesar de su aparentemente lento despliegue formal, gracias al trascendente poder de Dios subyacente en toda forma y en todo tiempo.

KHAAM-EL
Despidiéndonos de lo separativo,
vivenciamos lo indivisible.
Volvamos, pues, a la sencillez de un presente sin expectativas,
a ese íntimo y común jardín del Edén
que florece en la inocencia del Alma hermanada.
ReUniéndonos con el prójimo en el Amor de Dios
vivenciamos lo indivisible.
Volvamos, pues, a la sencillez de un presente sin expectativas,
a ese íntimo y común jardín del Edén
que florece en la inocencia del Alma hermanada.
ReUniéndonos con el prójimo en el Amor de Dios
comulgamos con la hermosa despreocupación de la vida,
ocupándonos tan sólo de compartir belleza, gratitud, alegría y Amor.
Sí, volvamos a ser uno con Dios
no significando diferencias de recelosa vanidad
no significando diferencias de recelosa vanidad
y seremos, sin duda, libres en Espíritu y Verdad
despertando a la Divina Unicidad.
despertando a la Divina Unicidad.
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