lunes, 8 de junio de 2020

EL ÁNGEL DE LA FRATERNA VISIÓN DEL DESPERTAR

   La habitación se llenó de presencia. La mente quedó en silencio, el corazón sobrecogido. De súbito, el espacio reveló su comunión de conexión omniabarcante... la noche se hizo día; los sueños, vigilia y el océano, fuego; las montañas se apartaron del horizonte y revelaron sus entrañas, mostrando una sima inconmensurable de tristes lamentos, avideces, cóleras, arrogancias e iniquidades que no podían por más tiempo ocultar bajo sus moles. La tremenda y a la vez dulce mirada del ángel Eleuzel, que de lo Alto descendió hasta donde me encontraba, horadó mis entrañas, llenó de paz, amor y bendición mi alma, me instó a transitar por la orilla del camino, a peregrinar por este mundo hacia el Cielo, a no buscar lugares de privilegio, a no afanarme por lujos, a no a acumular posesiones ni a ansiar poder mundano, a vivir con sencillez y humildad, a estar de paso en lo pasable y a vivenciar lo eterno e inefable en lo cotidiano.
   Entonces, maravilla de maravillas, vi con él, desde él y por él, para que lo escondido saliera a la luz y todo lo malicioso, todo lo maligno y egoico, todo lo exclusivista y vano, fuera desnudado de su engañoso disfraz de seductor de multitudes, de manipulador de temores y alentador de divisiones, que, con rostro beatífico e intención de bestia furibunda, al mundo somete y aplasta con infame desdén. Más, en esa esclarecedora visión sagrada (refulgiendo en un aura que todo lo envolvía en azul), desde/en/con esa potente mirada del ángel -una y trina- en la que lo interno, lo externo y lo celestial no están separados y en la que, milagrosa y diáfanamente, pasado, presente y futuro convergen en un definitivo juicio de plenitud Divina, contemplé al aplastador definitivamente aplastado; al engañador, evidenciado; a la maldad, vencida por la bondad infinita de lo Santo que todo lo penetra y trasciende. Todo lo falso y mudable ha de derrumbarse para que pueda construirse sobre lo verdadero e inmutable. En medio de la tribulación, vi emerger a la Guía de lo Alto en lo íntimo, en lo silencioso y humilde. Atestigüé cómo, rodeadas de mentiras y riñas, la Verdad y la Paz de Espíritu permanecían firmes como faros encendidos en la noche. Todo va bien, supe, aunque parezca lo contrario... Reconocí al miedo como un estorbo que era apartado por la Misericordia de Dios, tal como una madre amorosa tranquiliza a su hijo pequeño por el monstruo que imagina en una simple sombra. Ciertamente, cuando la desesperación parecía insoportable; la congoja, desmesurada; la ira, desatada y la evasión imperar sin control, el Amor de Dios las disipaba como nubes en el viento. Vi al error, que en su vanidad creía ser acierto, colapsar en su despropósito, comprendiendo así su equivocación y poder revertir su trayectoria de demente perspectiva, al ampliar su mirada hasta abarcar a la humanidad como un todo infraccionable. La miseria, la desigualdad y la frustración, junto a la furia que generan, eran erradicadas de la faz de la Tierra por la Gracia, justo cuando parecía todo terriblemente desesperado e inevitablemente trágico. La visión espiritual se abría diáfana, exactamente en el momento que la turbia mirada del ego se reconocía equívoca y falaz, moribunda y sin salida. Vi al dolor y a la tristeza caer de rodillas y postrar su orgullo de mudo reproche. Finalmente, contemplé al trueno y el relámpago derramar el llanto de eones en una tormenta de acumulada condensación que limpiaba todo a su paso, como una catarata de bendiciones que quitara la suciedad impregnada e incrustada por la mala y egoísta vida que había sido considerada buena y de interés, para que el Cielo raso del Alma en Comunión brillase como antes de la amarga pesadilla egoica de la separación y de la muerte. Sonaban cantos de Gloria. Melodías dulces acariciaban y reconfortaban los ánimos fatigados. El tiempo llegaba a su fin... Y la aurora de un día sin ocaso, de un día sin pesares, de un día genuinamente fraterno, alboreaba en cada corazón rendido a Lo Sagrado; despertándolos, cual uno solo, de un sueño inconsistente para la Suprema Consistencia que nos sustenta y alienta. El sufrimiento tornaba en gozo, y, de nuevo, la angustia de soledad y desamparo se sabía, felizmente, imposible en la bienaventurada Unicidad Divina.

KHAAM-EL



Entonces, maravilla de maravillas,
en lo oscuro de la noche iluminada,
vi con el ángel..., 
desde él y por él, 
para que lo escondido saliera a la luz.
Vi al dolor y a la tristeza caer de rodillas 
y postrar su orgullo de mudo reproche...
Melodías dulces acariciaban 
y descansaban los ánimos fatigados. 
El tiempo tocaba a su fin... 
Y la aurora de un día sin ocaso, 
de un día sin pesares, 
de un día genuinamente fraterno, 
alboreaba en cada corazón rendido a Lo Sagrado...



No hay comentarios:

Publicar un comentario