Entrar en lo externo es salir de lo interno olvidando que lo infinito es indivisible al acumular y valorar las falaces memorias de un limitador ego que dice querer justo lo que menos quiere, generando una culpabilidad insostenible. Porque buscar lo que somos fuera es perderse en una estéril búsqueda de lo no perdido... un intentar salir de una oscuridad que a la luz de la consciencia es inexistente... un dormirse soñándose despierto... un cantar sin voz... un caminar por un desierto esperando ver selvas y ríos caudalosos... un querer estar juntos desconfiando... una imposiblidad empeñada en posibilitarse... un querer poder con lo que quita todo poder... un deseo insaciable que quiere saciarse... un pretender disfrutar con lo que es dañino... un oír lo que no ha sido dicho y decir lo que no tiene sentido como si lo tuviera todo... una ilusión de perpetua desilusión que idealiza ilusionarse... Un reo convencido de que su celda es libertad... un empecinarse en deleitarse con lo insulso... un perder tenido por premio... un laberinto endiablado disfrazado de cielo raso... un llorar y reprochar forzando hipócritas sonrisas de amistosa careta que en lo sincero no se sienten... un amenazar para tapar la fragilidad que al ánimo corroe... una mentira que se repite a sí misma a ver si, mágicamente, se convierte en verdad... un ir no se sabe bien dónde aparentando control... un temer confundido con amar... un arrogarse tener lo que no se tiene, ya que tener lo impermanente es no tener nada en absoluto. Por tanto, amig@, reConocer lo interno en su pureza real es dejar entrar a lo infinito -que ya tiene lo que ES-, recordando la pleniluminosa unicidad del Ser con el olvido del olvido egoico que atiborraba de ilusorias memorias separativas a la realidad inalterada, a la inocencia original e inmancillable, a la plenitud indivisible, a la comunión del espíritu, a la vida eterna que trasciende toda aparente muerte que lo temporario imaginara en la inefable esencia perenne.
KHAAM-EL
Exíliate de lo que se cree exiliado
y retorna a la inocencia original
que realmente nunca dejaste de ser
(que nunca ninguno dejamos de ser)
en lo íntimo, puro y sagrado,
en la inefable esencia perenne.
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