domingo, 3 de enero de 2016

DEJA QUE LO IRREAL DESAPAREZCA POR SÍ MISMO *

   El resultado de restar se llama diferencia... este mundo de figuras, perceptivo y temporal, en el que la mente imagina vivir separado de la plenitud, es el funesto resultado de un pensamiento de mengua que todo diferencia; luego es un resto, una parte, una escisión, un sobrante, una migaja. Y es notorio que de lo partido jamás puede esperarse completitud. Acepta. No desees partes y rechaces otras. Perdona lo ilusorio. Enumerar es fatigoso y tedioso, al acarrear memorias de incierto resultado. Comprende: tender a infinito jamás es lo infinito; pues querer sustraerle a lo infinito algún secreto imagina tiempos de diferencia y pesar. ¡Despierta! No sueñes con convertir a lo infinito en un minuendo al que tu sustraendo (el ego) quiera sacar partido, o perderás -sin remedio- en tu arrogante matemática, ya que aumentando el sustraendo apocas el resultado. ¡Despierta! Insisto; Dios, lo real, es perfección y plenitud... y lo perfecto y pleno crea eternamente extendiendo felizmente esa infinita perfección y plenitud. Por eso, agarrarse vehementemente a una diferencia es, a todas luces, quedarse con pérdidas; y querer conseguir en ello ganancias es, sin duda, una locura. Sosiega el entendimiento. Lo que no es íntegro no es real, porque la plenitud de Dios no es un minuendo al que se le pueda sustraer nada. La eternidad no conoce el tiempo, y lo que parece habitar en él no es sino transitoria ilusión. No pierdas el tiempo aferrándote al tiempo, ni acumules carencias que acentúan la sensación de carencia con sus pésimos resultados. No te involucres con lo que desmiembra, ni con falsa empatía quieras unir aquello que busca desunión, o te perderás en un estropicio monumental; pues querer arreglar, tal desaguisado de disminuciones, sumando partes, únicamente aumenta lo partido; al igual que pegar las piezas de un jarrón hecho pedazos no es realmente un jarrón íntegro, ni enfundarse un abrigo hecho jirones, hilvanados burdamente, abriga como debiera, porque deja entrar el frío y la humedad por sus remiendos.   

   Deja que lo irreal desaparezca por sí mismo. No permitas que las diferencias te tienten a aumentar lo menor. Abandona lo que desaparece y aparecerá lo que siempre es. 

   Aquiétate. Acepta. Comprende. Retornar a la pureza de la mente íntegra, dejándose de problemáticas disquisiciones, es el camino de vuelta a la cordura. La pena, la angustia, la desesperanza, el resentimiento, la muerte o el miedo, no tienen, en lo esencial, consistencia alguna. No operes con ellos intentando una solución particular, o añadirás particulares deficiencias. El único problema a resolver aquí es el de la creencia en la posibilidad de los problemas. Regocíjate. No hay problema que no haya sido ya resuelto en la inmediatez de lo santo. No sigas a las creencias y aposéntate en la certeza del presente infraccionable. No temas. Confía. No quieras arreglar rotos imposibles en el alma, imaginándolos posibles, y quédate con lo que no puede romperse, quebrarse o desgastarse. Ahonda en la consciencia... sé lo que no varía, lo que no fluctúa... lo perenne. Todo está bien. Nada real puede menguar ni debilitarse... deja que lo irreal desaparezca en su débil mengua de pretenciosa vanidad; no le des juego, pues pretende pervivir con tu atención. Vive feliz el instante... Fluye en paz ahora... contempla, con clara visión, como se desvanece la fútil pesadilla de las restas que ansían ser sumas por su loco deseo de aditamentos -que no hacen más que ampliar su mendicidad-, y, sin más cavilaciones, despierta a la plenitud que jamás pudiste perder.

KHAAM-EL



Lo pleno rebosa en el presente. 
Lo real es claro 
cuando lo irreal se desvanece en un instante 
al no ser deseado ni temido.





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