lunes, 25 de enero de 2016

EL ESPÍRITU NO SABE DE EGOS *.

   El ego y el espíritu no saben nada el uno del otro. El ego quiere conquistar las cosas del mundo, sueña con ser rey o juez en su propio tablero de pseudovida, aunque -en su fuero interno- se siente tan desvalido como un mero peón del ajedrez, proyectando sombras de grandiosidad que siempre le dejan insatisfecho o derrotado en su insolente ansia de ser reconocido como especial y diferente ante los ojos de los demás; el espíritu, sin embargo, sólo quiere la verdad pura, eterna e indivisa. El espíritu únicamente pretende conquistarse a sí mismo rindiendo las sombras que imagina, para recobrar la paz del Cielo, la dicha infinita de lo eterno. Y conquista sus dolorosas, limitadas e imaginarias percepciones, sometiéndolas humildemente ante el conocimiento de lo veraz. Al contrario, el ego, antes de todo, se somete a la percepción y busca con desesperación y angustia las migajas que ésta le ofrece. Y, en esa hambruna insaciable, el ego agoniza aprisionado en sus propios conceptos, mientras el espíritu vive libre de juicios. El ego se arrastra por el fango y el espíritu alza el vuelo. El espíritu es real, mientras el ego no es nada. Como señala Un Curso de Milagros: 'el ego y el espíritu no se conocen'. No intentes, pues, enlazar la historia absurda, dolorosa e irreal del primero, con la gloria y perfecto Amor con que Dios mismo creó al segundo.

   Una vez lo antedicho es comprendido, integrado y aplicado, ya no es posible dar marcha atrás en la senda que conduce hasta el Cielo. Quédate muy quieto y espera en silencio a que Dios venga hasta ti. ¿Quieres caminar? Te pregunta, Él Mismo, a través de Su Santo Espíritu... si tu respuesta es afirmativa y rotunda, con un: -sí hasta el final; sencillamente confía y hazte a un lado, para que Él te guíe de vuelta a tu Hogar eterno en lo santo. La conquista de lo real se consuma rindiendo lo irreal, claudicando al ego y sus ilusiones. Confiando en la Divina Unicidad y Sus bendiciones. No hay vida, verdadera vida aquí, sin anhelo de eternidad. Dios te eleva, sin esfuerzo alguno por tu parte, más allá de lo que jamás podrías alcanzar desde la pequeña idea del ego y su frágil mundo.

   ¡Sí! Una vez la elección en favor de Dios ha sido tomada, a lo transitorio, junto a sus tristezas, problemas y agobios, le ha llegado su definitivo fin... desvaneciéndose por entero en lo eterno. El tiempo es perdonado con todas las percepciones personales que en él aparentaron tener autonomía propia. Desde lo personal, desde el ego, siempre se está equivocado... no escucharlo ni sostenerlo nos salva. La marioneta que el ego querría que fueras no ha existido jamás. Ahora, puedes proclamar felizmente: -'la Voz de Dios me acompaña durante todo el día' y en Su fortaleza descanso al saber que sobre Sí me lleva más allá del mundo.

   ¡Sí! Definitivamente, en la Luz del perdón de todas las ilusiones del ego, eres libre del sueño carnal, del sufrimiento, de la enfermedad y del terror a la muerte. Tu esencia es pura, radiante, inmortal, inefable, bienaventurada y completamente amorosa. El Espíritu no sabe de egos ni de separaciones. Así, con la rotunda sencillez del perdón, que sabe que nada que no sea del Espíritu es real, todo asciende en lo profundo hasta la indivisible comunión del Ser; a lo ilusorio le llega definitivamente su fin... resplandeciendo la plenitud de la Divina Unicidad en el vacío del ego y sus vanas proyecciones.

KHAAM-EL

   

Confía. 
Desentiéndete del ego y sus huecas ilusiones. 
Tu esencia, tu alma inocente y pura, 
es elevada hasta el Cielo...
más allá de aplausos, tesoros, montañas, reinos, nubes y mundos, 
por la gracia del Amor infinito de la Divina Unicidad.





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