En cuanto se reconoce que, aun acertando en lo superficial, la manera de ver del ego siempre es esencialmente equivocada, la decisión de ver de otra manera, de ver de veras y no parcial e inconsistentemente, se declara rotunda, inquebrantable y persistente. Entonces, el tiempo se convierte en una oportunidad de cambio y de despertar a lo intemporal, a lo pleno, a la Verdad, en lugar de verse como un implacable avejentador y destructor de las vidas. La alegría, la paz, la plenitud y el amor, suave e inequívocamente, comienzan a emerger del hondón del alma, dejando de depender la calidad de nuestras vidas de circunstancias externas y ajenas.
No hay otra manera que libere por completo de la prisión carnal y nos salve de una vez por todas de la creencia en la muerte, que el estar decidido a ver lo que hay y lo que se pensaba de ello de una manera diferente a la aprendida con el ego... Y, de pronto, milagrosa y claramente, al renunciar a cualquier justificación separativa que el tenebroso resentimiento del parecer ser intentara establecer, todos y todo son reconocidos en lo substancial y eterno como inseparables de la Luz del Verdadero y Único Ser.
¡Bendiciones! ¡Aleluya! Somos, todos, Hijos de DIOS VIVO, nunca los aparentes egos que se acusaban ilusoriamente entre sí de estar separados y en conflicto, juzgando injusto lo que no los favoreciera en el tiempo/forma de manera especial.
KHAAM-EL
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