Cuando la aflicción, el sufrimiento y la desesperación nos sacuden inmisericordes el alma y parecen atacarnos haciéndonos sentir angustiosamente vulnerables, la tentación egoica a contratacar, considerándolo como justificada defensa, es enorme. Aunque, como dar es en esencia lo mismo que recibir, en lo profundo nada cambia, y el error de juicio y reacción aumentan más si cabe la aflicción, el sufrimiento y la desesperación que se querían remediar descubriendo sin salida (uno tras otro) los anchos caminos que el ego temeraria y vanamente planificaba como salvadores. Dejando una sensación vital de falta de sabor, carente de sustancia, insípida, falta de significado, desesperadamente anodina y deprimente.
Mas, la Providencia Divina abre insospechadas puertas de transformación que a la Plenitud llevan sí o sí; de nosotros depende la decisión de traspasarlas y recorrer valientemente esas estrechas sendas que se despliegan tras ellas (pues en lo sustancial, pareciendo muchas, siempre han sido y serán una: Cristo Jesús), seguros de Su amoroso cuidado, de Su infalible guía y, felizmente humildes, de Su sanadora y recta corrección de todo aquello que nos inquietaba, airaba o aterraba. Ya no más repetir el viejo patrón del ego que nos describe la lección nº 26 de 'Un Curso de Milagros': "Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad."
En la fe hondamente sentida se atisba y saborea la Verdad de lo Santo, la certeza de lo Intemporal, la Gracia de lo Divino según se reconoce la dolorosa falsía e ilusoriedad del ego. Con ego, olvido de DIOS; olvidados de DIOS, terrenal sensación desustanciada, anodina, deprimente, y muerte. Sin ego, vivencia de DIOS; en la vivencia de DIOS, Bendita Comunión de Espíritu y Vida Eterna. Por tanto, ninguna especial pretensión personal: total compleción espiritual. Fundirse fraternamente con el prójimo, invulnerables en la indefensión, mediante una relación pura, honesta y centrada en DIOS VIVO, extiende el reconfortante, gustoso y plenificador sabor de SU Infinito Amor en este mundo fatigado y desabrido, en este temporario orbe dividido, temible, vano y desorientado.
KHAAM-EL
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