En el barullo, la algarabía y el desenfreno humano, ciega euforia y autocomplacencia intentando (fallidamente) disipar un pertinaz pesar, derivado de un profundo vacío interior que cíclicamente repite con frenesí sus desgastados e ineficaces rituales.
Tras todas las algarabías. Quietud, silencio y hastío. Bendito silencio y sosiego del corazón insatisfecho. Óptima e inmejorable es esa oportunidad para descubrir el definitivo escape de los intrincados vericuetos del egoico pensamiento y de sus dolorosas consecuencias: ¡la salida del laberinto siempre fue la misma puerta por la que uno se adentró!
Desandar el mundano camino, por tanto, es avanzar de veras en el Sagrado Camino... Después del barullo, la serenidad. Y en la serenidad, la paz. Y en la paz, la claridad. Y en la claridad, el Amor. Y en el Amor, la incondicional relación. Y en la incondicional relación, la plenitud de Ser. Y en la Plenitud de Ser, la eterna vida del Espíritu. Y en la eterna vida del Espíritu, DIOS VIVO en ti, en mí, en todos; hoy, ayer, mañana, aquí, allá... siempre.
KHAAM-EL
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