sábado, 12 de diciembre de 2015

NO TEMÁIS, AMAD

   Oscuros, opresivos y tormentosos nubarrones se perfilan, condensan y relampaguean amenazadores allá en el horizonte, según la vida humana va transcurriendo hacia su inevitable desenlace, más no tienen nada de temibles ni de fatalmente definitivos, para aquel que camina seguro de que la verdadera vida no es la de la carne y su transitorio mundo. Tiembla y retumba únicamente el miedo al verse reflejado en un espejismo de amenazadora incertidumbre. No lo elijas como guía en el camino o te forjará una identidad personal de endeble y egoísta hechura. Sólo teme y cree en la muerte quien piensa que el término de su tiempo y sus cosas es el fin, cuando -en esencia y en verdad- el fin del tiempo es la antesala de la eternidad.

      Los oscuros y tormentosos nubarrones perfilados en el horizonte de la vida humana no son tales para el contemplador ecuánime que a nada se agarra en su descargado caminar, en su constante fluir presente. Comprended que sólo cree y experimenta pérdidas quien vive aferrado a aferrarse. No queráis detener o acelerar el tiempo a vuestro capricho, y aquel junto a éste desaparecerán a la luz del presente impecable. No temáis, pues, al transcurso de las horas, los días, las semanas, los meses y los años, todo va bien para aquel que hace lo que debe en el tiempo. No lo uséis sólo para vuestro particular provecho, ofreced la vida para el bien de todos (no únicamente para unos pocos cercanos o afines) y en el día de la cosecha el fruto sera abundante. Amad sin distinción porque así es como Dios ama. Permaneced en paz de espíritu y compartidla. Si no os desean el bien, o incluso buscan vuestro mal, 'perdonad hasta setenta veces siete' como nos dejó dicho el Cristo en Jesús... Vivid así, seguid su ejemplo, y el fin de vuestra carne será el comienzo de la vida eterna en la plenitud del Espíritu.

KHAAM-EL



Dedícale toda tu vida a Dios y todo irá bien, todo estará bien... 
la tormenta se convertirá en Luz, 
el tiempo en Eternidad,  los temores en Amor, 
las lágrimas cesarán entre bendiciones 
y la carne se rendirá, por fin, al Espíritu.





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